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Botella al Mar

Una bitácora en español sobre diversos temas de actualidad y cultura. Una botella lanzada a la inmensidad de la Red.

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Lugar: Spain

jueves, marzo 03, 2005

Peter Benenson, in memoriam

Ha muerto Peter Benenson, fundador de Amnistía Internacional y padre, por lo tanto, de las ONGs de la sociedad civil. La idea le vino a este abogado británico al saber de dos jóvenes portugueses que fueron condenados a siete años de prisión por haber brindado, durante la dictadura de Salazar, por el advenimiento de la libertad.

Como recordaba AI en un comunicado, Benenson nació en un mundo que ni siquiera había formulado la Declaración Universal de los Derechos Humanos. A su muerte, el respeto a los DDHH se ha convertido en un tema fundamental, ha sido reconocido y codificado en multitud de constituciones a lo largo y ancho del mundo, y es objeto de preocupación por sectores enormes de la sociedad civil global. Los tiranos ya no duermen tan tranquilos, ya no se sienten tan impunes. Y una gran parte del mérito de que esto sea así es de Peter Benenson.

A mí me gusta Benenson porque además es el típico rebelde individual, el que más allá de ideologías y grandes esquemas pensó que una sola persona podía ayudar a cambiar el mundo, con la ayuda solamente de la palabra, la decencia y una vela encendida. Gracias, Peter, por tu ejemplo.

¿No existe Al Qaeda?

Leo que la BBC ha emitido un documental en el que se pone en duda la versión oficial de los gobiernos de EEUU y la Gran Bretaña sobre Al Qaeda. Desgraciadamente no he visto el documental original, y toda la información que tengo sobre él proviene de fuentes de dudosa objetividad, que, eliminando todo matiz, han llegado a la conclusión de que Al Qaeda no existe.

Citando a Al Yazira (que, por cierto, me entero de que quiere decir "La Península". Compárese nuestro Algeciras):

El documental presenta serias dudas sobre la dimensión real de dicha amenaza “terrorista”. Aunque reconoce que el terrorismo existe, está en fuerte desacuerdo con la noción aceptada de que está centralizado, diciendo que es mucho más fragmentado y complejo de lo que EE.UU. quiere que el mundo crea. “Son individuos y grupos peligrosos y fanáticos de todo el mundo que han sido inspirados por ideas... extremas y que utilizarán las técnicas del terror masivo... Pero la visión de pesadilla de una organización oculta, única y poderosa, que espera para atacar nuestras sociedades, es una ilusión. Dondequiera uno busca esa organización Al Qaeda, desde las montañas de Afganistán a las “células durmientes” en EE.UU., británicos y estadounidenses andan cazando un enemigo fantasma.”

La polémica está servida. La izquierda conspiranoica --de la que he hablado poco, pero que también existe-- ve reforzadas sus teorías de que Al Qaeda no existe, que Bin Laden es o un invento o un agente a sueldo de EEUU, que los atentados del 11-S fueron llevados a cabo por agentes de la CIA... Todo tipo de delirios contra los que he pasado las últimas semanas debatiendo, pues fueron reavivados en ciertos foros debido al incendio del Windsor. No nos engañemos. Al Qaeda existe, si bien la imagen que nos han vendido de tal organización es casi seguramente falsa.

Los expertos en terrorismo están de acuerdo en que Al Qaeda es una galaxia de organizaciones --e incluso células-- más o menos inconexas, que sólo comparten postulados ideológicos (la "yihad") y tácticas operativas (atentados indiscriminados, generalmente suicidas, generalmente espectaculares). Seguramente son pocos los atentados que Bin Laden ha planeado directamente. Él sirve más como inspiración que como jefe de una organización jerárquica. Miremos por ejemplo como Zarqawi comenzó a operar en Irak. Al parecer, al principio iba por libre. Cuando su actividad se volvió suficientemente importante, Bin Laden lo "adoptó" y lo nombró emir de Al Qaeda en Irak.

Los ataques de NY, Madrid, Bali, Casablanca, Estambul, Dar es Salaam y otros fueron perfectamente reales y perfectamente atribuibles a esa red. Lo que es mentira no es Al Qaeda, sino la forma como caracteriza a Al Qaeda la propaganda del gobierno estadounidense. No me cabe duda de que se ha exagerado la amenaza para amedrentar a los ciudadanos, reelegir a Bush --visto como el gran líder antiterrorista por la población, por razones que a mí, al menos, se me escapan por completo--, implementar el recorte de libertades contenido en el Patriot Act, incrementar astronómicamente un gasto en Defensa que ya era de por sí astronómico y, en suma, cumplir con la agenda neocon, que entre otras cosas contemplaba la invasión de Irak desde hace diez años.

Pero la amenaza existe, es real. Ahora bien, la estrategia que se ha seguido en la lucha antiterrorista no podría ser más equivocada. No sé bien a bien qué parte de ello tiene que ver con las necesidades políticas expresadas en el párrafo anterior y qué parte tiene que ver con el viejo adagio de que si sólo tienes un martillo, verás al mundo con forma de clavo. EEUU ha basado su estrategia mundial en ejércitos preparados para luchar contra otros Estados. Al ser atacados el 11-S, la reacción lógica era contraatacar, como en Pearl Harbor. El problema es que no había nadie o casi nadie al que se pudiera contraatacar. El enemigo era elusivo, no tenía un cuartel general ni recursos estratégicos ni un territorio que defender. Sin embargo, torpemente los talibanes se prestaron al papel de cabeza de turco, resolviéndole el problema a Bush: podría llevar a cabo una guerra convencional contra el régimen de Afganistán. Los EEUU declararon la victoria --pese a no haber capturado a Bin Laden--, afirmaron que Al Qaeda había sido prácticamente desmantelada --lo cual es cuestionable, en la medida en que sus atentados no requieren una gran infraestructura y que, al no ser una organización jerarquizada, las distintas células pueden seguir actuando autónomamente-- y continuaron hacia el siguiente objetivo, Irak, donde de nuevo plantearon, y esta vez sin la menor justificación, la estrategia de guerra convencional.

Lo cierto es que la guerra convencional no podrá nunca derrotar al terrorismo islamista, y que la estrategia policial sólo tendrá un éxito moderado en dicha lucha, pues requiere tener éxito el 100% de ocasiones, mientras que a los terroristas les basta un error o un descuido policial para apuntarse el tanto.

La única forma de luchar contra el terrorismo es evitar que la mentalidad de "yihad" se reproduzca. Y esto pasa por analizar las causas de esa mentalidad y luchar contra ellas. Eso es lo que dijo ZP en la ONU, para mofa de los que dicen increíblemente que el terrorismo no tiene causas (como si fuese una especie de manifestación pura del mal). Y eso, curiosamente, es lo que vino a decir Bush en su discurso del Estado de la Nación. Es muy pronto para saber si dicho discurso, así como los pronunciados en su reciente visita a Europa, son un cambio real de política o simple retórica. La historia reciente no da mucho juego al optimismo.

En todo caso, y hechas estas aclaraciones, no quiero perder el aspecto original que el documental de la BBC quería al parecer resaltar, y es lo que Michael Moore identificaba en Bowling for Columbine, de forma muy certera, como la Política del Miedo.

Los dirigentes de todos los países del mundo y todas las tendencias políticas saben desde hace siglos que no hay mejor forma de controlar a la población que a través del miedo a un enemigo, sea éste real o inventado. Lo hizo Hitler con los judíos. Lo hace Castro con los EEUU. Y éstos lo han hecho a su vez durante su historia con México, con los indios, con los nazis y con la URSS. Precisamente a la caída de ésta los EEUU se sintieron un poco perdidos ideológicamente, oscilando entre la ingenua euforia de Fukuyama y su fin de la historia por un lado, y la necesidad psicológica de encontrar un enemigo al que ponerle rabo y cuernos. Hubo algunos candidatos efímeros al papel de villano planetario: los narcotraficantes latinoamericanos, China (contemplada por los neocons como el próximo gran enemigo a vencer). Hasta que vino el 11-S, y el mal encarnó en Bin Laden y Al Qaeda. Todo esto es innegable, como es innegable que el propio Bin Laden se eclipsó en su momento en el imaginario estadounidense de la bellaquería en favor de Sadam Hussein, sin que mediara ninguna razón objetiva para ello.

La necesidad humana de creer en la existencia de un enemigo demoniaco parece pues bien establecida, independientemente de si ese enemigo es real o no, independientemente de su grado de maldad objetiva y de la amenaza que representa. Lo curioso es que, si bien esa necesidad existe y se manifiesta en todos sitios en mayor o menor medida, en EEUU parece ser mucho más intensa que, por ejemplo, en Europa. Hecha esta observación algo temeraria, me interno de lleno y sin salvavidas en el terreno de la especulación.

Weber pensaba que la ética protestante había tenido un papel fundamental en el desarrollo del capitalismo. ¿No es posible acaso que también influya en otros aspectos de la vida política, como esa tendencia a sufrir la Política del Miedo, producto tal vez del maniqueísmo implícito en la dualidad Dios-Satán por un lado, y de la creencia en un Apocalipsis inminente por el otro? No me parece descabellado.