Sin palabras
Estaba trabajando sobre un artículo que comentara la comparecencia de Rodríguez Zapatero el lunes, pero la comparecencia de ayer me dejó sin palabras. Seria mezquino volver ahora al juego político de siempre, al regocijo por el derrumbe de las teorías conspiratorias o a la recién descubierta firmeza. Simplemente, no puedo hacerlo.
Ayer fue un día muy especial. Una ciudadana de a pie, armada tan sólo con su dignidad y su dolor, nos hizo callar a todos. Escucharla era estremecedor. De las muchas vicisitudes que ha vivido y vivirá el Parlamento, ninguna como ésta. Nunca una voz de emoción contenida, que amenazaba romperse a cada momento, resonó con tanta belleza, tanta claridad, tanta verdad. Pilar Manjón nos recordó, después de meses, el verdadero sentido de las cosas. Nos hizo sentir como nos sentimos aquella mañana de marzo cuando las noticias del atentado comenzaban a gotear ante nuestros ojos incrédulos. Nos hizo revivir el dolor, volver a verter las lágrimas, volvernos a sentir solidarios. Y sí, nos hizo sentir avergonzados.
Porque el que más el que menos, los que seguimos la actualidad nacional hemos hecho del atentado un juego frívolo de política de "patio de colegio", como acertadamente dijo la Sra. Manjón. Unos, con sus teorías delirantes. Otros, burlándonos de las teorías, pero todos olvidando que más allá de unas elecciones que se ganan o se pierden, más allá de las miserias y mezquindades de tal o cual político, más allá de si Fulano mintió o si Zutano manipuló, esto trataba de cientos, de miles de vidas rotas en un instante.
¿Por qué lo olvidamos? No es momento de asignar culpas, porque todos hemos puesto nuestro grano de arena en la crispación. Lo que uno quisiera es callar, callar por mucho tiempo, dejar que la voz digna, fuerte y dolida de Pilar Manjón fuese la única que hablara. Desgraciadamente, no todos nos sentimos así. Las mezquindades comenzaron desde días antes de la comparecencia, se manifestaron ayer mismo, y continúan hoy renovadas. Hay gente que no conoce límites para su odio y su rabia. Esta vez no es necesario ni nombrarlos.
Pero aunque muy ruidosos, no son mayoría. La decencia y la sensatez terminarán por imponerse. Tienen que hacerlo.
Y ahora, si no es demasiado arrogante por mi parte, me gustaría compartir con ustedes un mensaje que envié a Pilar Manjón:
Estimada Pilar:
En primer lugar, el uso de tu nombre de pila no es falta de respeto. Es que hoy me siento tan próximo a ti que me es imposible no tutearte. Espero que lo comprendas. Escuché tu participación de ayer con profunda emoción. Nunca fue el Parlamento enaltecido por una voz más bella, más fuerte, más limpia, más sincera, más verdadera. Como humilde comentarista de la actualidad nacional asumo la parte de crítica que me toca y me avergüenzo y descubro ante ti y ante todas las víctimas por haber primado mis particulares combates sobre la solidaridad y la empatía que, sobre todas las cosas, os merecéis.
Pero es inevitable decirlo: ha sido muy triste constatar que, desgraciadamente, ese talante de autocrítica no ha sido, ni con mucho, universal, especialmente entre quienes más motivo tenían para sentirse avergonzados. Hay mucha mezquindad. Has sido atacada en lo personal de forma infame, y lo serás aún más. Como si no fuera suficiente tu dolor habrá miserables empeñados en acrecentarlo con vilezas. Pero nos has dado una lección a todos y siempre seremos mayoría --abrumadora mayoría-- los que no la olvidemos, los que no te olvidemos.
Cuenta con nosotros para defenderte de los demonios que involuntaria pero valientemente has desatado. Yo lo haré desde mi humilde trinchera en Internet. Tienes mi compromiso, que no es otro que el compromiso con la verdad y la decencia.
Muchas gracias por recordarnos a todos que aún existen esa verdad y esa decencia.
Un cordial y emocionado saludo.
Ayer fue un día muy especial. Una ciudadana de a pie, armada tan sólo con su dignidad y su dolor, nos hizo callar a todos. Escucharla era estremecedor. De las muchas vicisitudes que ha vivido y vivirá el Parlamento, ninguna como ésta. Nunca una voz de emoción contenida, que amenazaba romperse a cada momento, resonó con tanta belleza, tanta claridad, tanta verdad. Pilar Manjón nos recordó, después de meses, el verdadero sentido de las cosas. Nos hizo sentir como nos sentimos aquella mañana de marzo cuando las noticias del atentado comenzaban a gotear ante nuestros ojos incrédulos. Nos hizo revivir el dolor, volver a verter las lágrimas, volvernos a sentir solidarios. Y sí, nos hizo sentir avergonzados.
Porque el que más el que menos, los que seguimos la actualidad nacional hemos hecho del atentado un juego frívolo de política de "patio de colegio", como acertadamente dijo la Sra. Manjón. Unos, con sus teorías delirantes. Otros, burlándonos de las teorías, pero todos olvidando que más allá de unas elecciones que se ganan o se pierden, más allá de las miserias y mezquindades de tal o cual político, más allá de si Fulano mintió o si Zutano manipuló, esto trataba de cientos, de miles de vidas rotas en un instante.
¿Por qué lo olvidamos? No es momento de asignar culpas, porque todos hemos puesto nuestro grano de arena en la crispación. Lo que uno quisiera es callar, callar por mucho tiempo, dejar que la voz digna, fuerte y dolida de Pilar Manjón fuese la única que hablara. Desgraciadamente, no todos nos sentimos así. Las mezquindades comenzaron desde días antes de la comparecencia, se manifestaron ayer mismo, y continúan hoy renovadas. Hay gente que no conoce límites para su odio y su rabia. Esta vez no es necesario ni nombrarlos.
Pero aunque muy ruidosos, no son mayoría. La decencia y la sensatez terminarán por imponerse. Tienen que hacerlo.
Y ahora, si no es demasiado arrogante por mi parte, me gustaría compartir con ustedes un mensaje que envié a Pilar Manjón:
Estimada Pilar:
En primer lugar, el uso de tu nombre de pila no es falta de respeto. Es que hoy me siento tan próximo a ti que me es imposible no tutearte. Espero que lo comprendas. Escuché tu participación de ayer con profunda emoción. Nunca fue el Parlamento enaltecido por una voz más bella, más fuerte, más limpia, más sincera, más verdadera. Como humilde comentarista de la actualidad nacional asumo la parte de crítica que me toca y me avergüenzo y descubro ante ti y ante todas las víctimas por haber primado mis particulares combates sobre la solidaridad y la empatía que, sobre todas las cosas, os merecéis.
Pero es inevitable decirlo: ha sido muy triste constatar que, desgraciadamente, ese talante de autocrítica no ha sido, ni con mucho, universal, especialmente entre quienes más motivo tenían para sentirse avergonzados. Hay mucha mezquindad. Has sido atacada en lo personal de forma infame, y lo serás aún más. Como si no fuera suficiente tu dolor habrá miserables empeñados en acrecentarlo con vilezas. Pero nos has dado una lección a todos y siempre seremos mayoría --abrumadora mayoría-- los que no la olvidemos, los que no te olvidemos.
Cuenta con nosotros para defenderte de los demonios que involuntaria pero valientemente has desatado. Yo lo haré desde mi humilde trinchera en Internet. Tienes mi compromiso, que no es otro que el compromiso con la verdad y la decencia.
Muchas gracias por recordarnos a todos que aún existen esa verdad y esa decencia.
Un cordial y emocionado saludo.
3 Comments:
En efecto. Pero no entiendo cómo esos sectores enrabietados están dispuestos a seguir hundiéndose en una peligrosa pendiente deslizante en lo que respecaa a la moral, y en la sinrazón delirante en lo que respecta al raciocinio.
Yo no pude ver la comparecencia pero la escuché casi íntegra. Te recomiendo que lo hagas si puedes. Es estremecedora. Ahora bien, como dices, no sólo fue sentimiento. Sus razones se revelaron poderosísimas, y aunque no estuviesen investidas de la dignidad que Pilar les prestaba, su discurso desde un punto de vista objetivo sería inobjetable.
Lo más triste de todo es que los críticos obvian el discurso y escarban en el pasado de Pilar intentando encontrar formas de descalificarla.
"Alguien cercano (a quien escuchen y quieran) debería decir comprensivamente al oído de..., que el hecho de ser víctimas de... no les da más razón política, o ideológica, y mucho menos licencia para insultar, calumniar o amargar la vida de todo aquel que no piensa como ellos. Sí, alguien que les quiera de verdad debería ocuparse de ir rebajándoles las llamas del odio y el resentimiento, para evitar que su almas, corazones y mentes se perviertan irreversiblemente. Pero me temo que la gente que les rodea, o está ya muy envenenada, o son los auténticos marcadores y guardianes de esas consignas..."
CULTURA CONTRA LA GUERRA
Sí, la misma Cultura Contra la Guerra que apoya a Manjón, la que convoca las manifestaciones a donde va Manjón y la que diseña las camisetas que se pone Manjón. La misma.
Y ese comentario de "Cultura contra la guerra", a mi juicio, tiene toda la razón. Yo no pretendo que Pilar Manjón tenga razón por el hecho de ser víctima. Creo que la tiene por lo que dijo. He ahí la pequeña diferencia.
Un saludo.
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