Conversación en la sacristía
Llevo algunos días enzarzado en un desagradable intercambio (no puede ni llamársele debate) con un ex contertulio de los foros de Terra. Al parecer, el título provocativo de uno de mis artículos ("Anarcocapitalistas, o los nuevos talibanes") le indignó sobremanera, y decidió lanzar un ataque personal contra mí en una bitácora de liberalismo.org, seguramente sin esperar respuesta, aunque por casualidad lo encontré y lo respondí.
El intercambio de marras, además de dejarme un mal sabor de boca, me ha llevado a hacer algunas reflexiones, porque por debajo de los ad hominems mutuos transpiran, me parece, cuestiones más importantes.
Nomotheta --tal es el mote actual de mi adversario, que algunos lectores reconocerán como Filomtriups-- me acusa amargamente de haber utilizado un calificativo injusto (talibán) contra Jorge Valín y, lo que es peor, haber generalizado el calificativo para incluir a todos los anarcocapitalistas. Cuando escribo intento huir de las falacias, las descalificaciones y las generalizaciones como de la peste; siempre ha sido mi objetivo ser centrado y racional. Pero el artículo de Valín, me parece, estaba diseñado para provocar, y de hecho provocó muchas reacciones mucho más indignadas y groseras que la mía, que se circunscribió a tacharle de talibán (en el sentido metonímico de extremista y dogmático) en el título. Confieso, sin embargo, que me extralimité en incluir a todos los anarcocapitalistas bajo esa etiqueta, cometiendo una falacia de generalización.
Dicho esto, me parece más o menos evidente que Valín no ha hecho en su escrito sino llevar a su lógica consecuencia algunos de los postulados ultraliberales, en particular el axioma de no agresión, y que un liberal, ante el escrito de Valín sólo tiene dos alternativas: o asume sus conclusiones o acepta que el axioma de no agresión determina una ética incompleta. Como los liberales que he leído y con los que he debatido tienden a lo primero, siento que mi generalización no fue del todo injusta.
En ciertos círculos que se llaman a sí mismos liberales --sin que apenas ningún liberal los contradiga-- el insulto y la descalificación del adversario se han convertido en moneda corriente, sin que por supuesto esta frase intente insinuar que tal conducta les es exclusiva. Pero llama la atención de que gente con formación universitaria y supuestas convicciones democráticas sea tan desdeñosa con sus adversarios ideológicos. Buena parte de ello, me parece a mí, es culpa de uno de sus máximos apóstoles radiofónicos, cuya tendencia a la demagogia, la retórica tremendista y la ironía arrabalera son tan bien conocidas como poco originales. Pero hay también en ello, y el intercambio con Nomotheta me ha permitido constatarlo, una enorme displicencia, cuando no un abierto desprecio, por las ideas y argumentos del adversario.
Nomotheta y muchos "liberales" como él con los que he tenido la oportunidad de departir parecen creer suficiente etiquetar una idea de marxista o potencialmente totalitaria para refutarla. Qué digo refutarla, para ni siquiera tenerla en cuenta como elemento digno en un debate. No se dan cuenta de que una etiqueta no es una refutación, y que los argumentos se sostienen por sí mismos, no por sus orígenes ni sus deudas con determinados pensadores.
Y de despreciar a las ideas, pasan directamente a despreciar a las personas: parecería que para ellos un izquierdista no puede contribuir nada a un debate, no puede decir nada inteligente. Esta arrogancia intelectual les lleva al maniqueísmo pueril de suponer a toda la izquierda sin excepción idiota, totalitaria y necia, a meter en el mismo cajón a Pol Pot y Olof Palme (!), a crear una caricatura mendaz que les sirve como un consolador saco de boxeo, una reafirmación de su propia superioridad, pero cuyo deplorable simplismo no se corresponde con la realidad.
Es interesante ver cómo ciertos comportamientos humanos se reproducen invariablemente de la misma forma, sin distingo de ideología. Todo esto que digo podría aplicarse, mutatis mutandis, a un marxista dogmático, y en particular a los maoístas que alguna vez tuve la oportunidad de ver en acción en la Facultad de Ciencias de mi universidad: eran iniciados que habían leído y entendido los textos sagrados. Entonces se llamaban Sobre la contradicción y Qué hacer. Ahora se llaman Acción Humana y Camino de servidumbre. Quien no los había leído era apartado desdeñosamente del círculo de los iluminados; quien osaba atacar sus dogmas era señalado como heresiarca y su opinión, sin debatirla, era condenada al basurero de la Historia. Entonces era "tu argumento, compañero, es pequeñoburgués, como demostró Lenin en Materialismo y Empirocriticismo", ante lo cual palidecías y te callabas; ahora es "tu argumento, amigo, es totalitario y liberticida, como demostró Hayek en "La Constitución de la Libertad". Fin de la discusión.
Para Nomotheta ha resultado profundamente indignante que yo compare a los pérfidos maoístas de los setenta con los limpios liberales del siglo XXI. Y sin embargo, sin entrar a valorar en este momento los argumentos, méritos y culpas de unos y otros, sus comportamientos como secta presentan, vistos desde fuera, similitudes extraordinarias: la misma certeza ciega en la verdad propia y el error ajeno (certeza que fue precisamente la que me hizo alejarme del marxismo dogmático y me hace ver con desconfianza a los nuevos iluminados); el mismo desdeñoso anatema sobre el hereje; la misma sacralización acrítica de textos y autores (Nomotheta, en su profunda incomprensión del espíritu científico, me decía que un físico adora los Principia como sagrados, como él adora a Hayek y Von Mises); la convicción de que tarde o temprano el enemigo --no el adversario, el enemigo-- caerá derrotado para no levantarse jamás, ante la fuerza de la razón que nos asiste; en una palabra, los mismos enormes y gravísimos errores intelectuales.
Esto me preocupa sobremanera. Y me preocupa porque esa certeza absoluta, esa exclusión a priori de las alternativas ideológicas y esa convicción de que en una sociedad futura no habrá sitio para nuestros enemigos ideológicos es el pensamiento más antidemocrático que existe.
Y es que la democracia está basada en la idea de que a priori ninguna ideología tiene la verdad absoluta, que todas deben competir por partida doble: en el libre mercado de las ideas, donde son libremente expuestas y criticadas, reformuladas y criticadas de nuevo; y en el ámbito electoral. Si, en cambio, suponemos que la verdad absoluta existe (y, por supuesto, nosotros la poseemos), todo esto son complicaciones absurdas. Bastaría la aplicación de un algoritmo, de una deducción en un sistema lógico-deductivo, para dar con la idea correcta, con la política idónea, con la decisión adecuada, sin lugar a la menor duda. Sabemos bien que no es así; la democracia es la entronización de nuestra humildad, de nuestra falta de certeza, de nuestra tolerancia mutua.
Todo esto no lo parecen entender cantidades enormes de estos autoproclamados "liberales" de la escuela austriaca. Desprecian el liberalismo marañoniano de la tolerancia, el que dijo famosamente que ser liberal era estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo, y tienen el tupé, al menos algunos de ellos, como Nomotheta, de considerar que ese liberalismo que representa Marañón y tiene en la península una historia centenaria que se remonta por lo menos a Jovellanos, ¡no es el verdadero liberalismo!
¿Cuál es entonces, y por qué? ¿El que se proclama conservador en lo social (menudo oxímoron han inventado, liberal-conservador), el que se entiende a las mil maravillas con una de las instituciones más antiliberales de todos los tiempos, la Iglesia Católica, el que comparte emociones y afectos con la derechona cañí de toda la vida, el que se siente curiosamente más cercano a Millán Astray que a Azaña, el que olvida convenientemente las críticas de Hayek al conservadurismo? ¿El que, haciendo tabla rasa de nuestra historia, desea convertir a España en un clon de los EE.UU., con Segunda Enmienda y todo, pero sin la estructura federal? ¿Una mezcla de ambos? ¿El anarcocapitalismo puro, que por lo menos es consistente con sus principios, aunque los persiga hasta sus últimas y delirantes consecuencias darwinistas?
Señores, yo me quedo con Marañón. No era la menor de sus virtudes esa duda, esa autocrítica constante, esa humildad que sin duda le venía de su lado científico y que, digan lo que digan, es siempre la mejor defensa en contra de todo iluminado totalitario.
P.D. Algún otro día hablaré de la operación de lavado de imagen de la derecha que implica redefinirla para excluir de ella el fascismo, en una aplicación de libro de la falacia del escocés verdadero, y que no podía faltar del intercambio con Nomotheta. El delirio llega a aplicar argumentos nominalistas, como que Hitler se definía, en el nombre de su partido, como socialista. Usando el mismo argumento, podríamos concluir que el PP y el Partido Comunista Chino son hermanos ideológicos, ya que éste dio nombre y gobierna a la República POPULAR China, o que la RDA era democrática. Lo ponía en el nombre. What's in a name?
El intercambio de marras, además de dejarme un mal sabor de boca, me ha llevado a hacer algunas reflexiones, porque por debajo de los ad hominems mutuos transpiran, me parece, cuestiones más importantes.
Nomotheta --tal es el mote actual de mi adversario, que algunos lectores reconocerán como Filomtriups-- me acusa amargamente de haber utilizado un calificativo injusto (talibán) contra Jorge Valín y, lo que es peor, haber generalizado el calificativo para incluir a todos los anarcocapitalistas. Cuando escribo intento huir de las falacias, las descalificaciones y las generalizaciones como de la peste; siempre ha sido mi objetivo ser centrado y racional. Pero el artículo de Valín, me parece, estaba diseñado para provocar, y de hecho provocó muchas reacciones mucho más indignadas y groseras que la mía, que se circunscribió a tacharle de talibán (en el sentido metonímico de extremista y dogmático) en el título. Confieso, sin embargo, que me extralimité en incluir a todos los anarcocapitalistas bajo esa etiqueta, cometiendo una falacia de generalización.
Dicho esto, me parece más o menos evidente que Valín no ha hecho en su escrito sino llevar a su lógica consecuencia algunos de los postulados ultraliberales, en particular el axioma de no agresión, y que un liberal, ante el escrito de Valín sólo tiene dos alternativas: o asume sus conclusiones o acepta que el axioma de no agresión determina una ética incompleta. Como los liberales que he leído y con los que he debatido tienden a lo primero, siento que mi generalización no fue del todo injusta.
En ciertos círculos que se llaman a sí mismos liberales --sin que apenas ningún liberal los contradiga-- el insulto y la descalificación del adversario se han convertido en moneda corriente, sin que por supuesto esta frase intente insinuar que tal conducta les es exclusiva. Pero llama la atención de que gente con formación universitaria y supuestas convicciones democráticas sea tan desdeñosa con sus adversarios ideológicos. Buena parte de ello, me parece a mí, es culpa de uno de sus máximos apóstoles radiofónicos, cuya tendencia a la demagogia, la retórica tremendista y la ironía arrabalera son tan bien conocidas como poco originales. Pero hay también en ello, y el intercambio con Nomotheta me ha permitido constatarlo, una enorme displicencia, cuando no un abierto desprecio, por las ideas y argumentos del adversario.
Nomotheta y muchos "liberales" como él con los que he tenido la oportunidad de departir parecen creer suficiente etiquetar una idea de marxista o potencialmente totalitaria para refutarla. Qué digo refutarla, para ni siquiera tenerla en cuenta como elemento digno en un debate. No se dan cuenta de que una etiqueta no es una refutación, y que los argumentos se sostienen por sí mismos, no por sus orígenes ni sus deudas con determinados pensadores.
Y de despreciar a las ideas, pasan directamente a despreciar a las personas: parecería que para ellos un izquierdista no puede contribuir nada a un debate, no puede decir nada inteligente. Esta arrogancia intelectual les lleva al maniqueísmo pueril de suponer a toda la izquierda sin excepción idiota, totalitaria y necia, a meter en el mismo cajón a Pol Pot y Olof Palme (!), a crear una caricatura mendaz que les sirve como un consolador saco de boxeo, una reafirmación de su propia superioridad, pero cuyo deplorable simplismo no se corresponde con la realidad.
Es interesante ver cómo ciertos comportamientos humanos se reproducen invariablemente de la misma forma, sin distingo de ideología. Todo esto que digo podría aplicarse, mutatis mutandis, a un marxista dogmático, y en particular a los maoístas que alguna vez tuve la oportunidad de ver en acción en la Facultad de Ciencias de mi universidad: eran iniciados que habían leído y entendido los textos sagrados. Entonces se llamaban Sobre la contradicción y Qué hacer. Ahora se llaman Acción Humana y Camino de servidumbre. Quien no los había leído era apartado desdeñosamente del círculo de los iluminados; quien osaba atacar sus dogmas era señalado como heresiarca y su opinión, sin debatirla, era condenada al basurero de la Historia. Entonces era "tu argumento, compañero, es pequeñoburgués, como demostró Lenin en Materialismo y Empirocriticismo", ante lo cual palidecías y te callabas; ahora es "tu argumento, amigo, es totalitario y liberticida, como demostró Hayek en "La Constitución de la Libertad". Fin de la discusión.
Para Nomotheta ha resultado profundamente indignante que yo compare a los pérfidos maoístas de los setenta con los limpios liberales del siglo XXI. Y sin embargo, sin entrar a valorar en este momento los argumentos, méritos y culpas de unos y otros, sus comportamientos como secta presentan, vistos desde fuera, similitudes extraordinarias: la misma certeza ciega en la verdad propia y el error ajeno (certeza que fue precisamente la que me hizo alejarme del marxismo dogmático y me hace ver con desconfianza a los nuevos iluminados); el mismo desdeñoso anatema sobre el hereje; la misma sacralización acrítica de textos y autores (Nomotheta, en su profunda incomprensión del espíritu científico, me decía que un físico adora los Principia como sagrados, como él adora a Hayek y Von Mises); la convicción de que tarde o temprano el enemigo --no el adversario, el enemigo-- caerá derrotado para no levantarse jamás, ante la fuerza de la razón que nos asiste; en una palabra, los mismos enormes y gravísimos errores intelectuales.
Esto me preocupa sobremanera. Y me preocupa porque esa certeza absoluta, esa exclusión a priori de las alternativas ideológicas y esa convicción de que en una sociedad futura no habrá sitio para nuestros enemigos ideológicos es el pensamiento más antidemocrático que existe.
Y es que la democracia está basada en la idea de que a priori ninguna ideología tiene la verdad absoluta, que todas deben competir por partida doble: en el libre mercado de las ideas, donde son libremente expuestas y criticadas, reformuladas y criticadas de nuevo; y en el ámbito electoral. Si, en cambio, suponemos que la verdad absoluta existe (y, por supuesto, nosotros la poseemos), todo esto son complicaciones absurdas. Bastaría la aplicación de un algoritmo, de una deducción en un sistema lógico-deductivo, para dar con la idea correcta, con la política idónea, con la decisión adecuada, sin lugar a la menor duda. Sabemos bien que no es así; la democracia es la entronización de nuestra humildad, de nuestra falta de certeza, de nuestra tolerancia mutua.
Todo esto no lo parecen entender cantidades enormes de estos autoproclamados "liberales" de la escuela austriaca. Desprecian el liberalismo marañoniano de la tolerancia, el que dijo famosamente que ser liberal era estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo, y tienen el tupé, al menos algunos de ellos, como Nomotheta, de considerar que ese liberalismo que representa Marañón y tiene en la península una historia centenaria que se remonta por lo menos a Jovellanos, ¡no es el verdadero liberalismo!
¿Cuál es entonces, y por qué? ¿El que se proclama conservador en lo social (menudo oxímoron han inventado, liberal-conservador), el que se entiende a las mil maravillas con una de las instituciones más antiliberales de todos los tiempos, la Iglesia Católica, el que comparte emociones y afectos con la derechona cañí de toda la vida, el que se siente curiosamente más cercano a Millán Astray que a Azaña, el que olvida convenientemente las críticas de Hayek al conservadurismo? ¿El que, haciendo tabla rasa de nuestra historia, desea convertir a España en un clon de los EE.UU., con Segunda Enmienda y todo, pero sin la estructura federal? ¿Una mezcla de ambos? ¿El anarcocapitalismo puro, que por lo menos es consistente con sus principios, aunque los persiga hasta sus últimas y delirantes consecuencias darwinistas?
Señores, yo me quedo con Marañón. No era la menor de sus virtudes esa duda, esa autocrítica constante, esa humildad que sin duda le venía de su lado científico y que, digan lo que digan, es siempre la mejor defensa en contra de todo iluminado totalitario.
P.D. Algún otro día hablaré de la operación de lavado de imagen de la derecha que implica redefinirla para excluir de ella el fascismo, en una aplicación de libro de la falacia del escocés verdadero, y que no podía faltar del intercambio con Nomotheta. El delirio llega a aplicar argumentos nominalistas, como que Hitler se definía, en el nombre de su partido, como socialista. Usando el mismo argumento, podríamos concluir que el PP y el Partido Comunista Chino son hermanos ideológicos, ya que éste dio nombre y gobierna a la República POPULAR China, o que la RDA era democrática. Lo ponía en el nombre. What's in a name?
22 Comments:
Estoy de acuerdo por esta vez contigo. El dogmatismo no es bueno en ninguno de los dos bandos.
Un saludo de Cara al Sol
Gracias. Y a ver si te cambias el mote, joer, que me parece que no eres falangista. :-D
Hola Luis:
No sólo hay dogmatismo sino que también se está dando una profunda revisión de la historia. En vez de poner en claro las cosas, se maquillan hechos y accionas, incrementando la neblina de las nuevas generaciones.
Además, me da que el PP no está haciendo campaña para ganar votos con su política de constante enfrentamiento, sino que está asegurando los que ya tiene. Perfilando el "target", que diría algunos mercadotécnicos.
Hola, Wilson. Lo que me preocupa es la incapacidad que tenemos para comunicarnos, para debatir limpiamente. Este incidente me ha afectado mucho porque con esta persona, aunque discrepábamos, creía yo tener una relación de respeto mutuo. Constatar que no es así no hace sino aumentar mi preocupación por la crispación y el bajo nivel de debate democrático que tenemos. Porque lo que pasa en el Congreso, salvo contadísimas excepciones, es una vergüenza. Vuelan las descalificaciones y las falacias, y el contenido real del debate está siempre reducido al mínimo.
Un conocido mío, militante del partido socialista y compromisario desde hace mucho tiempo, llegó a pedirme el voto en las segundas elecciones de Aznar. Por aquel entonces andaba yo bastante ofuscado con este tema y me negaba a votar a ningún partido de los grandes. Nuestra amistad, aunque débil, es duradera y nunca desperdiciamos el momento para charlar de sitios y conocidos comunes. Así que le dediqué al menos dos pausadas cervezas a fin de prestar atención a sus argumentos. Tras una buen rato de escaso entusiasmo y refutaciones varias, le pedí me diera un buen argumento para votarles y él me contestó: porque somos un equipo, el mejor equipo, joven, solidario y dinámico.
Yo no soy un gran oponente pues mi formación es bastante poco humanista, pero al menos se escuchar y pararme un rato a pensar.
Esto es lo que tenemos y con esto jugamos. Ahora, las ideas no se estudian o critican, se enfrentan y defienden como si de una portería de fútbol se tratara.
Llevo diciendo hace tiempo que hacen falta ideólogos más acordes a estas nuevas generaciones, pero no encuentro ninguno.
Saludos
La gente no esta abierta a nuevas ideas, ni a aceptar algo que no venga de "su" partido, lamentable...
aun recuerdo cuando FJL daba encantado la noticia del asesinato de Anna Lind al grito de "se termino la edad de la inocencia de la socialdemocracia sueca"...
bueno, has resumido brillantemente mis sensaciones tras cierto tiempo navegando por internet: si criticas a los USA te llaman "progre" como si fuera un insulto y ya zanjaran el debate o te hablan de "los tuyos que dieron un golpe de estado el 14-M", cuando no saben a quién has votado... a lo más oyes un "está demostrado que el socialismo es un error intelectual que conduce a la pobreza" como si de verdad hubiera algo demostrado, o como si la pobreza sólo se debiera a factores internos...
si estos son los "defensores de la libertad", estamos apañados...
Me siento ciértamente identificado con el artículo, al que he llegado por un comentario en la bitácora nochesconfusas.blogspot.com
Yo también sufro que me llamen a la vez "progre" y "liberarca", que me consideren un "rojo" y un "traidor"...yo también abandoné el marxismo dogmático que finalizaba conversaciones sentando catedra con "El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo" como basamento...
Me alegro mucho de haber leído tu artículo, me parece brillante.
Un saludo
Bueno, quizá más que nuevos ideólogos lo que realmente se necesiten sean nuevas formas de hacer llegar las ideas. Por supuesto, no estoy negando que no haya de haber un avance ideológico del tipo que sea. Más bien que habría que contar ( y hasta contratar) con algunos líderes "informales": el Partido Demócrata en USA debería contar con Marilyn Manson y la izqierda de por aquí con Frank T. o con cualquier otro.
Y a los poseedores de Verdades Absolutas quizá haya que recordarles a Campoamor "nada es verdad ni mentira, etc". O, lo que es lo mismo, que la cabeza es redonda para que las ideas puedan cambiar de dirección.
Me encantó lo de: "la cabeza es redonda para que las ideas puedan cambiar de dirección"
Mi opinión es que debemos hacer un esfuerzo conjunto desde la sociedad civil para que tanto la derecha como la izquierda se comprometan definitivamente con la libertad. NO oslo la libertad de mercado ( que sería un buen comienzo ) sino la libertad en un snetido mucho más radical.
Que la derecha abandone el referente fascista creo que es una noticia que nos debería alegrar a todos. Ahora solo queda que la izquierda abandone el referente republicano y soviético.
Rotops tiene razón, la república no tiene nada que ver con la crispación. A no ser que Espejo 86 se refiera a la autocalificación de ROJO que se marcó ZP, que en efecto tiene unas connotaciones vengadoras
Rotops:
He estado bastante liado, pero intentaré desarrollar el tema.
Y la frase de Tellagorri, en efecto, genial..
A mí lo que más me enfurece es la apropiación que hacen estas gentes de la palabra liberalismo y como decían más arriba no me parece más que un lavado de imagen de la derecha siguiendo el modelo norteamericano.
¿A que es genial?. Vivimos en un apropiarse de las palabras, transformarlas, pervertirlas, "tabuizarlas" y sustituirlas por otras para al final no saber de que hablamos. Así, liberal según la RAE es:
(Del lat. liberālis).
1. adj. Generoso, que obra con liberalidad.
2. adj. Dicho de una cosa: Que se hace con liberalidad.
3. adj. expedito (ǁ pronto para ejecutar algo).
4. adj. Dicho de un arte o de una profesión: Que ante todo requiere el ejercicio del intelecto.
5. adj. Inclinado a la libertad, comprensivo.
6. adj. Partidario de la libertad individual y social en lo político y de la iniciativa privada en lo económico. U. t. c. s.
7. adj. Que pertenece a un partido político de este nombre. U. t. c. s.
8. adj. Se decía antiguamente de cada una de las disciplinas que componían el trivio y el cuadrivio.
¿Cuándo ha comenzado a ser sinónimo de conservadurismo? Por que he llegado ha leer (en Libertad Digital, ¿dónde sino?) "la gran fiesta de la derecha donde se enaltecen los valores conservadores y liberales(o libertarios*)" La cita no es literal, pero casi. Si dejamos que se perviertan las palbaras perderemos las ideas.
*Ésto lo lee Durruti o cualquier ácrata de hoy día y le da un síncope...
Francamente, me parece lamentable y además peligroso, que algunos de los que han expuesto en otros blogs y foros sus comentarios lleguen a ver inteligentes o razonadas las exposiciones de alguien que, como Jorge Valín, a través de un macabro malabarismo dialéctico e ideológico en definitiva termina justificando la prostitución infantil, los matones, el tráfico de niños y similares. Uno empieza a comprender por qué por ejemplo basuras como el Mein Kampf sedujeron a tantos infelices.
Pero esto no es liberalismo ni anarquía... Es sencillamente inducción ideológica al delito y la violación de derechos humanos elementales.
Lo más gracioso de todo es que el término "liberal" en los EE.UU. representa lo contrario de lo que los pseudo-liberales losantianos quieren representar. Viene a ser algo así como "progresista", que al fin y al cabo es lo que siempre ha significado liberal, es decir persona favorable al progreso social y la libertad individual y colectiva. Y no persona favorable al tradicionalismo conservador (que es su antítesis).
Yo también lo tengo al lado. Mikel hace bien en recordarnos las perversiones de la lengua.
Hubo un tiempo en el que la oratoria era una disciplina esencial para un político, pero desde que éstos aprendieron a modificar los conceptos y sentidos con subterfugios y eufemismos, resulta difícil disfrutra de la claridad de un buen discurso. Por ejemplo, cuando habla Ibarretxe y nombra los sustantivos, país, pueblo o nosotros. No sé si está hablándome a mi, a sus vecinos, a los de su partido, a los de la oposición.
Pero hay algo que me rechina en los osidos un poco más últimamente. Existe una tendencia a usar el diccionario para desmochar de sentido al vocablo y luego utilizar alguno de sus derivados para darle el significado que interesa. Identidad, identitario, identidades, carné de identidad. Nación, nacionalidad, nacionalismo, nacionalsocialismo, ultranacionalista. Liberal, liberalismo, libertad, libertinaje, liberación. Pueblo, población, popular, populismo.
Es verdaderamente llamativo.
No tendrás la osadía de comparar "Sobre la contradicción" y "Qué hacer" con la "Acción Humana" y "Camino de servidumbre", ¿verdad?.
Eso sería infinitamente peor que comparar a Olof Palme con Pol Pot, me parece.
Y lo mismo cabe decir de los lectores (especialmente de los lectores entusiastas) de cada uno de esos pares de obras.
Ni literariamente ni por las ideas que contienen (y la profundidad y validez científica de estas) son comparables, y no sólo porque representen los dos extremos del espectro en lo referente a la libertad y el totalitarismo.
Es obvio que las recetas liberales han dado un mucho mejor resultado -y han provocado un número muy inferior de víctimas (reverso de la moneda)- que las recetas socialistas.
Para comprender esto no hay que ser un ferviente seguidor de la Escuela Austriaca de Economía, ni un sabio, ni tener un Master en Harvard.
Pero en fin, no estoy al tanto del debate que mencionas, porque no lo encuentro en la página de Nomotetha.
F y F:
Tiene usted razón, la polémica es decepcionante y no recomendaría a nadie su lectura. No estoy orgulloso de ella, pero temo que fui arrastrado a ese tono por el que empleó Nomotetha.
Liberal:
Temo que no me ha entendido usted. No estoy comparando ni contenidos ni resultados. Estoy comparando fervores y actitudes psicológicas. Si le escandaliza, lo siento, pero con frecuencia advierto el mismo destello de fanatismo en los ojos de algunas personas que pasan por liberales que el que percibí, hace años, en otros ojos. En el artículo explico por qué.
Un saludo.
Gracias a F y F por el enlace a la disputa.
Tras leerla y leer tras ello otros post del blog de Nomotheta, lo cual me ha llevado su tiempo, debo dar la razón a F y F. Creo que la discusión fue un enfrentamiento estéril entre dos personas inteligentes que dan mucho más de si que para tirarse trastos a la cabeza. Y estoy con Luis en que la empezó Nomotheta, y añado que de una forma poco elegante e injusta.
Aunque por mi modo de ver las cosas me aproximo más a las tesis de Nomotheta que a las de Luis, en lo que a liberalismo e ideas políticas, económicas y sociológicas en general se refiere.
También debo conceder a Luis que hay algo de maoísta en algunos liberales si lo analizamos desde el punto de vista psicológico y de fervor cuasireligioso (bueno, y en todas las tendencias y opciones políticas).
Creo que la calidad de las ideas liberales es mucho mayor que las de los comunistas, y sus obras de referencia también (y ampliaría la cosa a las socialdemócratas, aunque aquí sería más polémico, pues las distancias son más cortas), y creo que quien "profesa" el liberalismo está menos expuesto a pensamientos esquemáticos, pero faltando ese otro liberalismo aludido por Luis, el de Marañón, es fácil que las cosas deriven a un maniqueísmo, de menor o peor calidad, con mayor o menor fundamento, pero maniqueísmo al fin y al cabo.
Un saludo a ambos.
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