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Botella al Mar

Una bitácora en español sobre diversos temas de actualidad y cultura. Una botella lanzada a la inmensidad de la Red.

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viernes, septiembre 02, 2005

Bourbon St.

Son imágenes de pesadilla. "Zapeo" entre los canales estadounidenses de noticias: todos hablan de Nueva Orleans. CNN se da un respiro para dar noticias internacionales; Fox dedica las 24 horas de su programación a la tragedia, relegando otras noticias al cintillo de texto. Además de las imágenes repetidas una y cien veces, adivino en las caras de los presentadores una profunda incredulidad, la misma, probablemente, que siento yo.

¿Por dónde empezar? Podría hacerlo por John Donne, supongo. Las campanas doblan por mí, por todos. Campanas de Lafayette Square… Podría intentar imaginar el infierno que están viviendo los sobrevivientes, como náufragos a la deriva. Podría intentar sentir su soledad, su desamparo, su sed, su hambre, el dolor. Podría hacer una elegía de la ciudad herida, tal vez mortalmente. Podría condolerme por mi propia Nueva Orleans, que visité hace muchos años y a donde siempre había querido volver. Tal vez ya no sea posible, tal vez Bourbon Street haya desaparecido para siempre, al menos como la conocí yo, lo suficientemente sucia y desordenada para robarte el corazón, para no parecer una atracción turística más, una imagen de reluciente eficiencia estadounidense.

El Sur es así, o así lo vi yo con mis ojos juveniles: algo decadente, más pobre, pero sobre todo, más perezoso y jovial. Nueva Orleans era "The Big Easy", la ciudad de la alegría. Take it easy, bro, dicen para despedirse. Tómatelo con calma, hermano, la vida es un baile indolente, un pausado andar, cool, siempre cool, como una de esas notas eternas de Miles Davis, no des un paso más largo que otro, no te sobresaltes, eres el rey, hermano, intenta parecerlo, un rey que contempla satisfecho las farolas de Bourbon Street alumbrando al chaval de la gorra calada que se larga de pronto un claqué sin el menor esfuerzo, como si hubiera nacido con clavos en las suelas, una sombra que se refugia en el Preservation Jazz Hall, donde daban la bienvenida a las damas y todo lo que traían, incluyendo the gents, entraremos al cielo marchando al ritmo de los santos, pero si quieres oírla son cinco pavos, Dios sonríe porque aquí sólo hay música y gambas creole, the Blue Angel con Marlene mirándote desde la pared, como en una canción de Suzanne Vega, hermano, sí, dos calles más allá es el infierno, sigue siendo el French Quarter pero ya no hay farolas: las putas tienen que iluminarse con la brasa del cigarro y las amplias sonrisas negras desaparecen entre jeringuillas y navajas. Pero aquí estás a salvo, hermano, dixieland o bebop, lo que tú quieras, y pollo jambalaya.....

¿Dónde estáis ahora? Bourbon Street, carajo, antes las alcantarillas rezumaban whiskey, y ahora... No lo he visto por la tele, pero imagino un piano solitario navegando calle abajo, golpeado rítmicamente por un tambor que se resiste a ahogarse. Nueva Orleans en silencio, inconcebible. No, en silencio no, porque dicen que la noche está puntuada por los tiros que intercambian saqueadores y saqueados, por los lamentos de los enfermos, por gritos de auxilio. No hay silencio, pero no hay música. Inconcebible Nueva Orleans sin música. Si hasta los sepelios eran acompañados por bandas de jazz. No hay sonrisas, no las habrá ya en mucho tiempo. ¿Quién volverá a reconstruir Bourbon Street? ¿Cómo lo harán? ¿Cómo volverán a poblar esas calles de indolente alegría? Tal vez no sea posible, tal vez hemos perdido a Nueva Orleans para siempre, porque ¿cómo podemos exigirle a esos rostros dolientes que vuelvan a confortarnos como lo hacían antes, cuando otra vida, la vida mestiza que se oponía su joie de vivre al luterano capitalismo anglosajón, parecía posible?

Nueva Orleans, qué frágil era la felicidad. Qué frágiles somos. Ceden dos diques y mueren miles, y, mucho me temo, encontraremos que esos miles de muertos son en su casi totalidad las personas más desvalidas. Ceden dos diques y de pronto, una ciudad supuestamente civilizada está sometida al riesgo de epidemias de cólera y disentería, por no hablar de la anarquía y el crimen: se reportan saqueos, pero también violaciones generalizadas. Increíble . Qué impotencia: víctimas que no son socorridas, enfermos y heridos que no son atendidos y seguramente mueren por decenas debido a esa falta de atención, muertos que no son enterrados.

Ceden dos diques y destruyen una ciudad. No, no una ciudad cualquiera, mi pobre Nueva Orleans, la única ciudad que ahora importa. ¿Por qué no la salvasteis? ¿Dónde estaban las autoridades? ¿Cómo puede pasar algo así en la primera potencia mundial?

No soy un experto en desastres, pero todo parece indicar que hay enormes responsabilidades políticas claras. El único acto sensato de los últimos días parece ser la evacuación forzosa que ordenó el alcalde de la ciudad, y seguramente se salvaron miles gracias a ello, pero ni siquiera esto fue completamente adecuado. Nadie, al parecer, pensó en la evacuación de personas "con problemas de movilidad": ancianos, enfermos, indigentes, o simplemente las clases más pobres, que al carecer de coche y no tener recursos económicos, no tenían cómo desplazarse. Se calcula que eran 100.000 personas. Volveré a esta increíble situación más tarde.

Nadie, al parecer, pensó en la posibilidad de que los diques cedieran, y por tanto nadie pensó en la necesidad de reforzarlos o de tener un equipo de emergencia para repararlos. Conociendo como conozco, gracias a largos años de contactos laborales, la legendaria eficiencia estadounidense, no me explico cómo alguien puede haber olvidado un detalle tan importante, sabiendo que Nueva Orleans está la ruta de los huracanes del Golfo y que, siendo una ciudad bajo el nivel del mar, la ruptura de los diques implica la destrucción total de la ciudad.

Voy a aventurar una hipótesis, a sabiendas de que es muy preliminar y que seguramente una comisión de investigación del Congreso dilucidará dentro de algunos meses o años las responsabilidades. Seguramente estamos ante un típico problema de falta de coordinación. FEMA, la agencia de control de desastres de EE.UU., dice que tenía a Nueva Orleans en la mira desde hace veinte años. No se explica entonces que no se hayan tomado las medidas preventivas adecuadas... a menos que recordemos lo fraccionado que está el poder en Estados Unidos. Los diques, sorprendentemente, están bajo la supervisión del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE.UU. La Guardia Nacional, cuerpo militarizado que suele desplegarse en caso de desastres, más que nada como fuerza policial de emergencia, bajo control estatal (en el sentido estadounidense, en este caso bajo la Gobernadora de Luisiana). FEMA, supuesto coordinador y planificador, bajo control federal. Las fuerzas policiales de la ciudad, bajo control del alcalde. Seguramente hay docenas de otras agencias, organizaciones y empresas, cada una trabajando en su ámbito, desde reestablecer los servicios básicos hasta tomar medidas sanitarias elementales.

El director de FEMA, un tal Brown, atribuyó en una entrevista la culpa de haber sido víctimas... a las propias víctimas, por no haber hecho caso de la orden de evacuación. Pero no se necesita ser un genio para darse cuenta de quiénes son las víctimas: los pobres, los enfermos, los ancianos. Los que no podían moverse por sus propios medios. ¿Quién los abandonó a su suerte? ¿Por qué no se fletaron autobuses para evacuarlos? ¿Por qué no se evacuaron los hospitales? ¿Por qué la Guardia Nacional no fue calle por calle para asegurarse de que no quedaba nadie atrás?Increíblemente, un profesor de la Universidad de Luisiana que asesoraba a la agencia de crisis estatal comenta que una posible catástrofe en Nueva Orleans se había estudiado una y otra vez en la agencia, a un coste de cientos de miles de dólares. De vez en cuando, la pregunta surgía: "¿Y la evacuación de los que no pueden valerse?" Según este profesor, la pregunta era invariablemente contestada con un pesado silencio.

Falló la previsión; pero todo indica que también está fallando la gestión. No parece haber coordinación entre las distintas agencias, y las medidas necesarias parecen haber sido tomadas tarde y mal. Pero sobre todo, no hay liderazgo. Es en los momentos más difíciles cuando un país necesita un líder, y esta tragedia ha impactado a todo el país. Pero el líder no está. No lo digo yo, lo dice The New York Times. Bush ha reaccionado tarde (un día de retraso, según el NYT, agregando ácidamente que tal comportamiento se está volviendo costumbre en la Admon. Bush) y ha reaccionado mal. Durante los primeros días de la crisis, lo único que se le ha ocurrido decir es que "la ayuda está en camino; os acompañamos en nuestras oraciones". Muy consolador, pero la gente seguramente quiere menos rezos y más acciones concretas. Siempre según el NYT, en su discurso de ayer olvidó proyectar esa imagen de "estoy a cargo y lo voy a resolver" que es imprescindible en cualquier líder. Olvidó hablar de acciones concretas y entendibles, perdiéndose en detalles sobre las cantidades de ayuda enviada. Olvidó establecer contacto emocional con las víctimas y en general con los ciudadanos. Era importante compadecer, consolar y dar ánimos. No hizo nada de esto. Y no es el sectarismo el que me hace decirlo; así como condeno la falta de liderazgo de Bush, reconozco que su compañero de partido, Rudolph Giuliani, demostró todas las cualidades de un gran líder en su gestión del 11-S.

Muchos pensábamos que Bush era uno de los peores presidentes de la historia de EE.UU., no sólo por su deplorable y miope política exterior (y sus delirantes ideas talibanes sobre la evolución), sino por un defecto fundamental de personalidad, por una incapacidad de liderazgo que se notaba a ojos vista. Se me acusará de arrimar el ascua a mi sardina en medio de una tragedia, pero no cabe duda de que estos días estamos comprobando lo lamentable que puede ser el Sr. George W. Bush. Hasta su padre y Clinton, en una breve aparición posterior a la suya, proyectaban mayor imagen de liderazgo. Bush es un completo fracaso.

Pero no sólo Bush. Me parece sintomático que FEMA dependa del Departamento de Seguridad Interior, del zar antiterrorista del gobierno federal. ¿A qué amenaza ha dedicado el 90% de su tiempo ese señor, por órdenes de su jefe? Pues a la amenaza terrorista, olvidándose que en el mundo existen muchos otros problemas tan o más urgentes que enfrentar a los terroristas.

Es verdad que la lucha antiterrorista despierta muchas pasiones, y que es un instrumento político de manipulación de primer orden. Esto se debe que tiene un fuerte componente emocional que no se corresponde, desde mi punto de vista, con los riesgos reales que tiene la gente de morir en un atentado terrorista.

Así que y creo, y sé que es una hipótesis aventurada, pero no me parece descabellada, que el énfasis en la lucha antiterrorista necesariamente lleva a los líderes máximos del país a descuidar otros frentes. Bien sabido es en teoría de organizaciones que no se pueden perseguir más de unos tres o cuatro objetivos importantes (Wildly important goals, en la jerga gerencial) si se quiere tener una posibilidad razonable de éxito.

La otra cosa que me preocupa enormemente de la tragedia de Nueva Orleans es cómo ha sacado a relucir el grado de abandono en el que tienen las distintas instancias de gobierno a los más desvalidos. Esto no es propaganda progre. Es una realidad: la mentalidad neoliberal que exhibe el señor Brown al decir "hombre, haberse salvado saliendo de la ciudad cuando les avisaron", sabiendo que hay gente impedida para hacerlo, exhibe una falta de solidaridad y compasión sangrante, sobre todo en una persona cuyo trabajo es ayudar precisamente a las víctimas. Sería inconcebible que un funcionario europeo de gestión de crisis dijera una barbaridad semejante y no se encontrara al día siguiente en la calle.

En EE.UU., sin embargo, tales muestras de egoísmo neoliberal son muy comunes. No olvidaré nunca un debate en televisión sobre la conveniencia de que el Estado vacunara gratis a los niños, con un par de neoliberales oponiéndose apasionadamente a dicha alternativa. Esto debería hacernos reflexionar seriamente sobre la cruzada neoliberal. ¿Queremos ser así en Europa? Yo creo que no.

Una nota final: se ha especulado sobre la relación entre la fuerza inaudita del huracán y el calentamiento global; incluso el editorial de El País de hoy desliza algunas palabras al respecto. A pesar de que estoy razonablemente convencido de que el calentamiento global antropogénico es un hecho, yo pediría un poco de cautela. Es muy difícil, por no decir imposible, asociar un fenómeno meteorológico dado con una tendencia global del clima. Ahora bien, sí es verdad que algunas teorías predicen un aumento en la fuerza de los huracanes. Si esto se convierte en costumbre, es posible que estemos ante el temido fenómeno predicho por los climatólogos. En todo caso, la sola amenaza de que este tipo de huracanes pudiera generalizarse debería hacer reflexionar a los escépticos del calentamiento global.

8 Comments:

Blogger Su said...

Curioso post, no incompatible -para nada- con tu estilo: has pasado de la condolencia subjetiva a la consideración objetiva. Si fuera un texto más literario, lo primero sería verso y lo segundo prosa.

vie sept 02, 03:44:00 p. m. CEST  
Blogger Luis Fernando Areán said...

Lo sé. Empecé intentando ser objetivo, luego me dejé llevar en un "stream of consciousness" casi automático, basado en mis recuerdos, y luego volví a la objetividad. Pensé en cortarlo en dos, pero finalmente decidí que estaba mejor así: primero dolor, y luego claridad.

vie sept 02, 04:13:00 p. m. CEST  
Blogger Magda Díaz Morales said...

Yo vivo en el Golfo y ha estado terrible. Desafortunadamente como siempre, los más humildes son los que más padecen.

Felicidades por tu mpost, excelente.

vie sept 02, 06:41:00 p. m. CEST  
Blogger Luis Fernando Areán said...

Gracias, Magda. Esperemos que Nueva Orleans resurja de sus cenizas.

sáb sept 03, 09:31:00 p. m. CEST  
Blogger Luis Fernando Areán said...

Gracias, Magda. Esperemos que Nueva Orleans resurja de sus cenizas.

sáb sept 03, 09:31:00 p. m. CEST  
Blogger wilson said...

"Falló la previsión; pero todo indica que también está fallando la gestión".

5 días en llegar sólo se justifican con una malísima gestión. Hasta se podían haber tirado con paracaídas miles de paquetes de comida encima de los tejados.

lun sept 05, 01:24:00 a. m. CEST  
Blogger Ernesto de la Serna said...

Gran post. Me quito el sombrero. Pensaba escribir algo al respecto pero me tomaré la libertad de enlazar tu artículo.

lun sept 05, 10:06:00 a. m. CEST  
Blogger Luis Fernando Areán said...

A todas luces, Wilson. Lo que pasa es que suelo ser muy cauto en mis comentarios: en este caso, esperaré un poco a que los hechos salgan a la luz antes de hacer afirmaciones categóricas.

Ernesto: Muchas gracias.

lun sept 05, 01:32:00 p. m. CEST  

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