.comment-link {margin-left:.6em;}

Botella al Mar

Una bitácora en español sobre diversos temas de actualidad y cultura. Una botella lanzada a la inmensidad de la Red.

Nombre:
Lugar: Spain

lunes, enero 31, 2005

La ley de Lynch

A Pilar Manjón se la quiere desprestigiar por su ideología política. Su mensaje ha sido tan poderoso, ha calado tan hondo en la sociedad española, y sobre todo ha demostrado ser tan inexpugnable en su contenido, que a sus críticos no les queda otro remedio que el ataque ad hominem.

Pero si siempre un ad hominem es despreciable, pues busca la descalificación moral de una persona para intentar dañar sus argumentos, en el caso de una víctima del terrorismo es particularmente execrable. Yo espero que Pilar Manjón no haya leído las infamias que los desaprensivos del odio han publicado sobre ella por los rincones de Internet, la más vil de las cuales la acusa de instrumentalizar la muerte de su hijo en aras de quién sabe qué bastardos intereses. Eso por no mencionar los insultos.

En los foros donde he debatido este tema he pedido una y otra vez una valoración de la intervención de Pilar Manjón. Nunca he logrado que alguien me contestara ni una palabra sobre su intervención, nunca. Todas las respuestas que recibí (incluyendo un libelo a todas luces apócrifo, supuestamente firmado por una víctima del terrorismo etarra que le hace terribles reproches) fueron ataques personales, falacias ad hominem. Tampoco en la prensa ha podido nadie impugnar su intervención. Y es que ésta, como tal, es inexpugnable. ¿Quién puede estar en desacuerdo con su valoración de que en la Comisión del 11-M se habla más de conflictos políticos que de otra cosa, que la Comisión es sobre "sus señorías" y no realmente sobre el 11-M? ¿Quién puede impugnar sus reproches sobre la frivolidad de ciertas risas y ciertas actitudes? Nadie.

Y por ello se la ataca vilmente en lo personal. Los escarbadores de basura han hecho a conciencia su trabajo, buscando declaraciones previas, hurgando en el pasado. Lo han hecho a conciencia... y no han encontrado nada horrible, así que han tenido que conformarse con dos o tres migajas. "Es una izquierdista", farfulla nuestro histérico favorito, como si ello tuviera que ver con la verdad de lo que dijo en el Congreso. "Es sindicalista y comunista", truenan otros. Respecto de estas acusaciones, la Sra. Manjón, que no necesita que nadie la defienda, ha dicho lo que tenía que decir. Que, a su entender, la Constitución garantiza su libre afiliación a un sindicato, y que quien la critica por ello no hace sino reflejar sus propias tendencias preconstitucionales (para llamarlas elegantemente). También ha declarado que no milita en ningún partido, incluyendo IU, con lo que quienes siguen insistiendo en ese punto, para robarle una frase a su prócer, mienten y mienten a sabiendas.

"Ha dicho que Aznar es un asesino", se rasgan las vestiduras quienes acusan a todo izquierdista de serlo en potencia. A mí parecer, la Sra. Manjón debería haberse ahorrado ciertas expresiones en el pasado, pues precisamente esas expresiones son las que están siendo utilizadas interesadamente para poner en duda su respetabilidad. Pero sostengo que, desde que fue nombrada portavoz, no ha vuelto a proferir dichas acusaciones. Esto, por sí mismo, debería demostrar que Pilar Manjón es consciente de su responsabilidad y que divide claramente lo que es una valoración personal de lo que es una postura oficial de su Asociación.

Ante todos los que ahora le exigen una neutralidad política absoluta desde un punto de vista personal a Pilar Manjón habría que preguntarles si creen que Maite Pagazaurtundúa dejó de ser socialista en el momento en el que desgraciadamente se convirtió en víctima, o si la familia de Gregorio Ordóñez o la de Miguel Ángel Blanco cambiaron mágicamente su filiación política. Por supuesto que no. Y estoy seguro de que podríamos buscar declaraciones absurdas, o cuando menos polémicas, de esas víctimas para desprestigiarlas, de la misma forma que se hace con Pilar Manjón.

Pero es que además, aunque la expresión "Aznar es un asesino" sea un exceso retórico, existe evidencia razonable --por ejemplo, nada menos que un auto del juez Del Olmo, así como la opinión informada de otro experto en terrorismo, el juez Garzón-- de que la invasión de Irak, si no inició la amenaza terrorista contra España, sí incrementó el riesgo significativamente. Negarlo es absurdo. De ahí que quepa, de forma razonable, pedir responsabilidades políticas, y que sea natural que una víctima --de hecho no una, sino una Asociación con 600 víctimas, no olvidemos que el texto de la intervención fue consensuado-- exija responsabilidades políticas. Pensemos: si un ministro de Interior quita todas las escoltas a los amenazados por ETA, y uno de ellos es asesinado, ¿no nos parecería lógico que la familia del asesinado responsabilizara en parte al ministro del Interior por haber desprotegido a la víctima? Pues lo mismo. El gobierno del PP nos metió en una guerra que no quería la abrumadora mayoría de los españoles, según todos los indicios nos volvió con ello más vulnerables al terrorismo islamista, y no tomó las medidas relevantes para protegernos. Culpable no, que culpables son sólo los terroristas. Pero alguna responsabilidad le cabe.

¿De esto pueden derivarse responsabilidades penales? Para ser franco, no lo sé, aunque me inclino a pensar que no. No por ello voy a criticar que los afectados crean de buena fe que sí y persigan esas responsabilidades en los tribunales. Están en su derecho. Y es que es lógico que estén irritados contra el Gobierno del PP, de la misma forma que las víctimas de ETA tienen razones poderosas para estar irritados contra el PNV, aunque estas razones difieran en un caso y en el otro.

En todo caso, el punto es polémico, pero no es en absoluto tan descartable como quisieran pensar los simpatizantes del PP. Y es que la entrada en la guerra, a diferencia de la política antiterrorista, no fue consensuada. Y no fue consensuada porque al propio gobierno del PP no le interesó hacerlo. Que pague ahora las consecuencias políticas de ello no es en absoluto irracional.

Todo ello puede discutirse. Lo que no puede hacerse son esos ataques infamantes a la Sra. Manjón, ese intento desesperado de matar al mensajero porque el mensaje no agrada. Y es que sigue sin entenderse que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.

viernes, enero 28, 2005

Auschwitz, in memoriam

Conocidísimo es, al punto de ser un tópico, el dictum de Adorno sobre la imposibilidad de hacer poesía después de Auschwitz. Anne Sexton, sin embargo, lo intentó (con mayor fortuna, me paree, qeu nuestro León Felipe, que hasta para pedir silencio requería cuarenta versos). Y lo hizo de forma paradójica, pidiendo que su poema fuese el último poema del mundo. Por ello, me parece, es tan desgarrador. No quiero decir más. Anoche vi la ceremonia, el lamento del shofar, la desolación del kaddish, las vías incendiadas. No puedo decir más. Que hable la poesía.

Después de Auschwitz
Anne Sexton

La cólera,
negra como un garfio,
me avasalla.
Cada día,
cada nazi
cogió --a las 8:00 AM-- un bebé
y lo salteó para el desayuno
en una sartén.

Y la Muerte mira de soslayo, distraída,
y se hurga la mugre debajo de las uñas.

El Hombre es pérfido,
digo en voz alta.
El Hombre es una flor
que merece ser quemada,
digo en voz alta.
El Hombre es un pájaro ahíto de cieno,
digo en voz alta.

Y la muerte mira de soslayo, distraída,
y se rasca el culo.

El Hombre,
con sus rosados deditos de los pies,
con sus milagrosos dedos de las manos,
no es un templo, sino una letrina,
digo en voz alta.

Que el Hombre nunca más alce su taza de té.
Que el Hombre nunca más escriba un libro.
Que el Hombre nunca más se ponga un zapato.
Que el Hombre nunca más alce sus ojos
en una suave noche de julio.
Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca.
Estas cosas digo en voz alta.

Traducción de LFA, a vuelapluma.

martes, enero 25, 2005

La cara del odio

De todas las imágenes de la manifestación del sábado (casi todas, desgraciadamente, retorcidas muecas de odio), me quedo con ésta: el rostro desolado de Rosa Díez llorando después de haber intentado vanamente defender al Ministro de Defensa de las agresiones y los insultos Desolado porque, como dijo alguien, seguramente jamás imaginó que en pleno Madrid como en Euskadi tendría que protegerse de una turbamulta enardecida y moralmente enferma. Ese rostro me entristeció profundamente. Porque se esté de acuerdo o no con sus posturas, para ser Rosa Díez hace falta tener mucho valor. El coraje tiene muchos rostros en Euskadi, pero uno de ellos sin duda es el de Rosa Díez. Y he aquí que unos batasunos de extrema derecha, unos chulos cuya definición de peligro es seguramente desarrollar alergia contra sus abrigos de pieles, se permiten apostrofarla. Escoria, les llamó ella cuando las lágrimas dieron paso a una justificada indignación. Se quedó corta.

Y es que tenía que pasar. Llevamos desde hace meses --digo mal, llevamos años-- escuchando el discurso enardecido que divide a España en dos mitades irreconciliables, que reclama para sí la verdad absoluta, que cierra el paso a toda tolerancia y todo diálogo, que sataniza al adversario al punto de convertirlo en enemigo. Hemos escuchado una y otra vez que el PSOE es totalitario, desleal y antidemocrático, que busca la destrucción de España, que pacta con terroristas, que está al servicio de un emporio mediático. Hemos escuchado argumentos que, para descalificar a ese partido, se remontan a hechos ocurridos hace la friolera de setenta años.
Hemos incluso escuchado machaconamente la delirante opinión de que ese partido está detrás de los atentados del 11-M. Se repiten estas consignas, de forma más o menos explícita, desde todo tipo de plataformas, desde diarios, programas de radio, libros; se hacen eco de ellas multitud de páginas Web, bitácoras y foros de Internet. Se atizan la intolerancia y el odio cainita, se proclama el mantra de que el gobierno es ilegítimo, se busca que grandes sectores de votantes se crispen, se sientan robados, se levanten contra los supuestos agravios que en su contra se cometieron el 14-M. Todo esto tolerado, cuando no fomentado, desde la calle Génova.

Finalmente, se utiliza como excusa una manifestación de la Asociación de Víctimas del Terrorismo para convocar a las bases del partido supuestamente agraviado a manifestarse contra el gobierno, haciendo acusaaciones totalmente gratuitas, como que el propio gobierno estaba excarcelando etarras asesinos en virtud de un Código Penal promulgado por el propio gobierno. Pues no. Los etarras que podrían ser excarcelados, y en particular De Juana Chaos, fueron juzgados por el Código Penal de... 1973. Y al PSOE se le puede acusar de muchas cosas... pero desde luego no de haber promulgado ese Código. Esto por no mencionar que la propia AVT dio por buenas las acciones de este gobierno en contra de excarcelaciones prematuras.

Por supuesto, el PP puede convocar cuantas manifestaciones quiera contra el gobierno. Es su derecho constitucional. Pero utilizar solapadamente una manifestación que tendría que haber sido rigurosamente apartidista para arrimar el ascua a su sardina no sólo es contrario al Pacto Antiterrorista --un pacto que hemos visto violar al PP una y otra vez-- sino que es el colmo de la deslealtad y el uso partidista de las víctimas. Es indigno. Independientemente de lo que piense la AVT, está claro lo que se piensa en el PP: que la AVT es suya, que las víctimas del terrorismo de ETA son suyas. Muchos lo sospechábamos, ahora lo sabemos. Desafortunadamente, la AVT no ha sabido responder a esa instumentalización. En vez de lamentar el uso partidista de la manifestación, se ha hecho eco de la postura del PP. Lamentable.

Pero volvamos a los indignados oyentes del oráculo Losantos, a los que reciben su cuota diaria de teoría conspiranoica a manos de Pedro Jota, a los que les han enseñado que está bien decirle a Pilar Manjón que se meta sus muertos por el culo, y que Franco se levantó en armas para salvar España (sic sin la preposición, que así les gusta decirlo), a los que Aznar y Acebes dan irresponsablemente pábulo con sus arengas. Para cualquier observador que conociera el estado de ánimo de esa derecha resentida que nunca ha aceptado su derrota era evidente que, tarde o temprano, esos ciudadanos crispados encontrarían la forma de dar rienda suelta a sus frustraciones y agravios. Y, en efecto, la convocatoria a la manifestación de la AVT, de forma tal vez inconsciente, es lo que logró. Y en vez de demandas razonables, escuchamos insultos. Y en vez de apoyos, adhesiones o repudios, vimos zarandeos, tal vez algún puñetazo, claros intentos de agresión contra personajes públicos que, al menos en lo que respecta a su postura sobre ETA y el nacionalismo deberían haberles parecido intachables a sus agresores: sus posturas son prácticamente idénticas.

He ahí la suprema irracionalidad de la turba, incapaz siquiera de distinguir, de entre sus adversarios, quiénes están cien por cien de acuerdo con ellos en el tema sobre el que supuestamente se manifestaban.

Todo era predecible. Ayer, frente al rostro digno de Rosa Díez, valiente como siempre, vimos la otra cara de la moneda. La cara del odio. Ese odio se cebó también en Pilar Manjón, ausente de la marcha, en uno de los Padres de la Constitución y, en general, en el actual gobierno y su partido. A los que no estaban, les reprochaban su ausencia (¿para qué? ¿era frustración por no poder zaherirlos a gusto?). A los que estuvieron, se les agredió verbal y físicamente (¿par qué? ¿para que se fueran?).

No fueron unos pocos. Fueron muchos, demasiados. Demasiadas mentes envenenadas por pseudoperiodistas vitriólicos; demasiada mentira, demasiado odio. La agresión del sábado fue una llamada de atención. La convivencia es frágil. Demasiado sencillo es avivar odios que deberían haberse ya extinguido. Hace unos días, parecía que Mariano Rajoy, ante el grave órdago que representa el Plan Ibarretxe, se encaminaba por la senda de la sensatez democrática. Pero hay muchos en el PP, y en altos cargos, que no parecen querer el entendimiento, que siguen buscando la crispación a toda costa. Esperemos, por el bien de todos, que no ganen la partida. No podemos seguir así.

viernes, enero 21, 2005

Cajón de sastre

Un mes entero sin escribir. Al principio, por Navidades. Luego otros menesteres me han tenido ocupado. Desde luego, esto de las bitácoras requiere una disciplina de hierro. Intentaré mantenerla.

Ha sido un mes extraordinario, y tal vez ello contribuyó a mi silencio. Resulta difícil comentar todo lo que ha sucedido, y a veces apetece tomar distancia de los acontecimientos que se suceden con velocidad de vértigo y cuya importancia última no entendemos.

Está, por supuesto, el tsunami, aterrador, ciego, inconcebible en su indiferencia asesina. Al día que escribo, es habla ya de casi un cuarto de millón de víctimas, más que Hiroshima y Nagasaki juntas. Nuestra respuesta, más allá del estupor, nos lleva a buscar culpables. Siempre hemos necesitado culpables, incluso cuando pensábamos que esos culpables no eran otros que dioses enfurecidos. De alguna forma, saber que hay un culpable racionaliza el desastre, lo convierte en algo tangible, cogniscible. Odiamos el azar, la estupidez brutal de la casualidad fatídica, el acto insensible de una Naturaleza que nos asesina sin siquiera darse cuenta. Curiosa, incongruentemente, la presencia humana --o la antropomorfizada de un Dios-- por más que sea la de un asesino, nos consuela, nos permite dar un sentido, un significado --por descabellado que sea-- a lo que es en realidad una ciega fatalidad. Y, por supuesto, despierta en nosotros sentimientos que la incorpórea e inasible fatalidad no puede despertar: rabia, odio, temor.

Leía yo que el Centro de Prevención de Tsunamis de Hawaii ha recibido cientos de cartas furiosas en las que reprochaban a los responsables no haber alertado a las poblaciones a punto de ser afectadas. En efecto, Indonesia tuvo media hora en la que potencialmente podrían haber saltado las alarmas, salnvado tal vez muchas vidas. India y Ceilán tuvieron, si mal no recuerdo, unas tres horas. Pero los responsables del Centro de Prevención se limitaron a observar e informar burocráticamente a su cadena de mando. Vivirán con la pesadilla de tal vez haber podido hacer más por el resto de sus dias. También se ha comentado la imprevisión de los gobiernos de la zona, que con un par de millones de dólares hubiesen podido crear un sistema de alerta temprana. Los tsunamis ya habían matado cientos de miles de personas cuando Krakatoa, a mediados del siglo XIX. Demasiado lejos para recordarlo. Demasiado insignificante para sociedades que aún han de pensar en problemas más acuciantes. Sólo la satisfacción de necesidades básicas permite a las sociedades modernas pensar en sus riesgos menos frecuentes. Y, por supuesto, ésa es la tragedia eterna del Tercer Mundo, que se traduce invariablemente en que la vida de un ciudadano de esos países tiene un valor insignificante comparada con la vida de un occidental.

Algunos, por supuesto, han sacado tajada culpando a los dioses. O más bien, ya que los dioses actuales son menos caprichosos y sólo reaccionan a los pecados humanos, culpando a las pobres víctimas. Es indignante escuchar a un cardenal o a un imam diciendo con todo su morro que se trata de un castigo divino porque nos hemos portado mal. Que nos hemos olvidado de los preceptos de la Iglesia, dice uno. Que el problema es que se ha olvidado la aplicación de la sharia, dice el otro. Y se quedan más anchos que largos. Yo me pregunto cómo se puede ser --o creer ser-- mensajero de un Dios tan cruel y tan estúpido que tiene que matar doscientas veinte mil personas, de las cuales una proporción enorme son niños, para castigarnos a los demás y hacer que reflexionemos. ¿Cómo pueden dormir estos señores con ese concepto que tienen de su Dios? Un padre que asesinara a alguno de sus hijos para dar una lección a los otros terminaría en la cárcel. Pero lo que entre los humanos es imperdonable, estos señores nos piden que no sólo se lo perdonemos a Dios, sino que nos sintamos culpables del desastre: la lógica pervertida e infame de los comerciantes de miedos, de los mercaderes de lágrimas.

Finalmente, una nota agradable: la solidaridad. Dejando de lado el cinismo de la crítica eterna a la filantropía como bálsamo de malas conciencias, dejando de lado a obervación de que algunos se han apuntado al barco de la solidaridad como una medida de relaciones públicas ante un mundo hostil, es muy posible que nos encontremos ante la primera respuesta globalizada a una tragedia humana, una respuesta sin precedentes en que paree haber alcanzado todo el mundo. Vemos funcionar, finalemnte, una globalización altruista y vislumbramos que, en efecto, tal vez otro mundo sea posible. Lo triste es que sólo lo vislumbremos a costa de tanto dolor.